Desencantado. Pasota. Indignado. Tres maneras de afrontar las circunstancias. De estar y de no estar. De no querer estar. Tres señas de identidad que conducen a lo mismo: tres personas distintas y un solo individuo histórico.
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Puede que sea el diablo quien carga las armas, pero no las palabras. Las palabras las carga el poder, la ideología dominante.
Las palabras son inocentes hasta que un poderoso las arrima a su lado y les confiere moralidad conforme a unas leyes humanas y a unos espíritus sagrados.
Las palabras las pervierte quien sesga la perspectiva y limita la semántica, quien habla de patria y excluye la diferencia, las tergiversa el mal trujimán, el adepto ciego a la diversidad, a la multiplicidad. A la igualdad.
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(Variación cartesiana). Dudo, luego… ¿qué?
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