En mágico vuelo avanzan las sombras alargadas por el primer sol.
Los juncos escriben en la mañana el nombre antiguo de los arroyos y guardan lejana memoria de la lluvia y las tormentas.
Súbito batir de alas en la fronda de las encinas: herrerillos solitarios, tórtolas, jóvenes jilgueros en bandada. Y mirlos felices. Sus cantos, sus vuelos, me llevan de camino.
A pesar del tiempo y sus heridas ‒como yemas que apuntan verdes, tiernas, en el áspero tronco‒ también respira en mí la primavera, eleva mi sombra sobre la tierra y echa raíces en el aire.
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