jueves, 15 de noviembre de 2012

Palabras, palabros y descalabros (1)


            Hace unos días, mientras daban cuenta de unos bocadillos de lomo y unas copas en la terraza del bar Sandalio, a resguardo de la lluvia y del frío de la noche, dos conocidos hablaban de los males del país:
—Ni crisis, ni pollas en vinagre, lo que hay es mucha corrupción, corrupción política y corrupción ciudadana por un tubo.
            Sostenía uno que la mayoría de las personas son honradas, que no todas buscan la defraudación fiscal, el meter mano a lo público y despilfarrarlo y esquilmarlo, el haraganear a costa del pechero o contribuyente. Chupóteros, haylos, quién lo dudará, pero no lo son todos.
            El otro hacía extensivo el abuso:
            —La gente también piensa y actúa así, no sólo los políticos. Aquí el que puede, se lo lleva calentito.
Y enristró nombres y casos de sobra conocidos, que venían a demostrar la existencia de un rasgo de carácter, de un gen nacional, de una tendencia manifiesta y observable a lo largo de siglos, al pillaje y al saqueo de lo público.
—No se puede seguir así. Hay que resetear el país —sentenció.
Tentado estuve de unirme a la conversación, pero sólo había bajado a por tabaco. Terminé el cigarrillo y volví a casa pensando en aquel vocablo, un híbrido del inglés reset (puesta en condiciones iniciales de un sistema, reinicio o reposición, vuelta al principio, nuevo comienzo) y del sufijo español –ear, presente en verbos como blanquear, mamonear, chulear, saquear, fantasmonear... Me acordé, claro está, de los intelectuales del 98, de las búsqueda de las “ideas madres”, del krausismo y de la Institución Libre de Enseñanza... Este país no aprende. Ni de sí mismo, ni de los demás. Después de un siglo, los males siguen en su lugar: desigualdad económica, descrédito de la clase política, ensañamiento impositivo con el estado llano, sistema educativo errático, desindustrialización, connivencia judicial con los privilegiados, escaso interés por la investigación y el desarrollo tecnológico, retrógradas prédicas eclesiásticas...
Resetear, regenerar, sí, pero ¿a qué principio hay que volver? ¿Desde dónde re-empezar para no recaer?

1 comentario:

Anónimo dijo...

Mi querido sistema operativo windows permite "restaurar configuración a la última conocida que funcionó correctamente". Luego supongo que el símil informático no es válido. Al menos si seguimos con microsoft... JB.