La niebla húmeda gotea en las hojas de las encinas y en las púas de las
alambradas, le saca brillo a las ramas desnudas de los frutales, a los pámpanos
rojizos de la vid. Un gorrión se posa en lo más alto de una higuera, mueve la
cabeza hacia un lado y otro, salta luego al vacío y se pierde entre la niebla.
*
Hacía frío en la mañana. El viejo
estaba en la parte soleada de la calle. Apoyado en un bastón, avanzaba un paso,
inseguro, temblequeante, desasistido. Y se quedaba un rato quieto, como recuperando
fuerzas, con la mirada hacia abajo, contemplando su sombra en la acera.
*
Esta tarde ha sido un poema. Así la
he sentido. Un poema que no he intentado escribir porque la iba a estropear.
Ocurre a veces: para qué escribir lo que solo quiere ser vivido y solo así
tiene sentido: dejándolo ser, transcurrirse, sin tratar de encerrarlo en unos versos que no reflejarán, por
hermosos que sean y bien escandidos que estén, momentos tan solamente nuestros: emociones,
recuerdos, pensamientos y ensoñaciones que tiene uno cuando está a solas, dueño
absoluto de su intimidad. Uno de esos momentos vividos, vivientes, que no
necesita la materialidad de las palabras.
*
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