Quien escribe persigue un estilo, una manera. La novedad, la originalidad, es una exigencia del contar, no del cuento, de la historia en sí. Lo importante del ser humano ya ha sido tratado de antiguo: cambia lo circunstancial –el ambiente, el lenguaje contemporáneo del escritor-, pero no el alma, la esencia de lo que cuenta.
De la miseria y de la grandeza del ser humano está escrito todo (en los clásicos, en los modernos y en los contemporáneos). El meollo, la almendrilla de la literatura es, paradoja, lo externo, lo cambiante, la superficie, las palabras: un escritor no es los temas que trata, sino cómo los escribe.
Con los maestros se aprende a explorar otra manera de decir lo que ellos han escrito, y por mucho que a un escritor le guste otro, no puede, no debe, imitarle la manera: escribir es buscar.
De la miseria y de la grandeza del ser humano está escrito todo (en los clásicos, en los modernos y en los contemporáneos). El meollo, la almendrilla de la literatura es, paradoja, lo externo, lo cambiante, la superficie, las palabras: un escritor no es los temas que trata, sino cómo los escribe.
Con los maestros se aprende a explorar otra manera de decir lo que ellos han escrito, y por mucho que a un escritor le guste otro, no puede, no debe, imitarle la manera: escribir es buscar.