Los
periódicos del momento, como vemos, cumplen su función, desinforman a diestra y
a siniestra. Los de derechas, exaltando a los suyos y omitiendo hechos, los de
izquierdas, cundiendo rumores e inventando disparates, de manera que ni por las
fotografías ni por las informaciones publicadas en los días inmediatamente posteriores
al 12 de octubre, podemos tener idea exacta de lo ocurrido y dicho en el
paraninfo salmantino.
Desechada
en parte la sesgada prensa de aquellos días, nos quedan otras fuentes de
información: protagonistas de los hechos, asistentes al acto, prensa posterior
a la muerte de Unamuno, prensa de los años cuarenta, biografías del escritor.
De
los protagonistas de aquel acto en el paraninfo, disponemos de testimonios del
propio Unamuno, de un artículo de José María Pemán y de un informe de Millán
Astray. El artículo de Pemán apareció en el ABC
de Madrid del 26 de noviembre de 1964. Después de 28 años, la memoria del
poeta gaditano había dejado algunas cosas en el tintero: los discursos de Maldonado y yo … eran todo el programa del acto…dos
oraciones puramente universitarias de Hispanidad… Al acabar nosotros, sin que
Millán, que estaba en el estrado como público, hubiera dicho ni pío, se levantó
don Miguel. No recuerdo exactamente lo que dijo en los pocos minutos que habló…
sí recuerdo que el discurso fue objetante para varias cosas de las que andaban
en curso en aquellos días exaltados. Recuerdo que combatió el excesivo consumo
de la palabra «Anti-España»… Cuando terminó y se sentó se levantó, como movido
por un resorte, el general Millán Astray … No fue discurso. Fueron unos gritos
arrebatados de contradicción a Unamuno… Lo que dijo fue «¡Mueran los
intelectuales!... Hizo una pausa. Y como vio que muchos profesores hacían
gestos de protesta, añadió con un ademán tranquilizador «Los falsos
intelectuales, señores». Terminó los gritos, que no llegaron a un minuto,
diciéndole imperativamente a don Miguel: «Y ahora dé el brazo a la señora del
Jefe del Estado». Don Miguel se levantó y le dio el brazo a doña Carmen que
presidía, y con ella salió del salón. Subraye, destaque en negrita o retiña
el lector a su equitativo juicio.
Lo mismo puede hacerse con el
informe titulado «Conducta observada por D. Miguel de Unamuno, en su calidad de
Rector Honorario de la Universidad de Salamanca, con motivo de la fiesta del
día de la Raza de 12 de octubre de 1936», escrito por el general en enero de
1942. El texto se reproduce en la página 202 del libro de Luis Eugenio Togores,
Millán Astray legionario, disponible
también en versión digital, a la que remito al lector.
Finalmente, Unamuno se refirió en
varias ocasiones a aquel juego derivativo de palabras —Vencer no es convencer— y a las consecuencias acarreadas. A
primeros de noviembre, el periodista francés Jérôme Thoraud acudió a casa del
escritor para entrevistarlo, y este le facilitó copia de un “pequeño
manifiesto” que acababa de redactar. El original de ese texto se conserva en la
Casa Museo de Unamuno en Salamanca y en él se lee: “por haber dicho que vencer
no es convencer, ni conquistar es convertir, el fascismo español ha hecho que
el gobierno de Burgos que me restituyó mi rectoría … ¡vitalicia!, con elogios,
me haya destituido de ella sin haberme oído antes ni dándome explicaciones”.
Casi las mismas palabras utiliza en la carta que escribió a su traductora al
italiano, Maria Garelli, el 21 de noviembre de 1936: “Y por haber dicho esto en
público, y que vencer no es convencer, ni conquistar es convertir, y haber
pedido otros métodos, el gobierno dictatorial militar que me restituyó mi
Rectorado me ha destituido de él sin oírme ni darme explicaciones”. Días más
tarde, en carta del 1 de diciembre, Unamuno es algo más explícito con su amigo
Quintín de Torre: “En una fiesta universitaria que presidí, con la
representación del general Franco, dije toda la verdad, que vencer no es
convencer ni conquistar es convertir, que no se oyen sino voces de odio y
ninguna de compasión. Hubiera usted oído aullar a esos dementes de falangistas
azuzados por ese grotesco y loco histrión que es Millán Astray! Resolución, que
se me destituyó del rectorado y se me tiene en rehén”.
Don Miguel, ya lo hemos visto, era consciente de
que sus palabras ni cayeron en saco roto, ni se las llevó el viento, llegaron
limpiamente al centro de la diana, denunciaban con valentía los métodos
fascistas, las detenciones de gentes de bien, los tiros en la plaza, los
muertos en la cuneta. Así lo entendió sin duda Millán Astray, de ahí su grito
contra los intelectuales traidores, y todo el que estaba pendiente de las
palabras pronunciadas en la tribuna del paraninfo aquel mediodía de octubre.
Esos brazos derechos alzados con las palmas al frente, esas bocas que gritan vivas
y consignas, ese abigarrado enjambre fascista que rodea a Miguel de Unamuno a
la salida del paraninfo no lo estaba jaleando precisamente.
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