Un extranjero
Adiós, hermosa isla,
la que se ve de lejos
coronada de nubes.
Ojalá volviera a tus limpias aguas.
A tus abruptos montes.
Al abrigo seguro de tu puerto.
Me despido de ti
en la brumosa mañana de octubre.
Te veo ya a lo lejos,
sobre los tejados de Cefalonia,
sobre los naranjos y los olivos de Sami,
más allá de los veleros
mecidos por la brisa.
Nadie llega a ti por casualidad.
Hay que buscarte, Ítaca,
para comprobar que no nos esperas,
que no somos los héroes
ni tú eres nuestra casa,
que no eres regreso,
sino un comenzar.
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