A Luis Pozo
Cuando Malcolm Pasley conoció a Marianne Steiner y ésta le contó las vicisitudes del legado de su tío, que conocía por Max Brod, enseguida tomó cartas y asumió el papel de consejero de las tres sobrinas, proponiéndoles disponer cuanto antes de aquel tesoro y depositarlo en Oxford para evitar que se dispersara en ventas a particulares y en subastas, también para ponerlo a disposición de los estudiosos de Kafka, que ya cuestionaban abiertamente los criterios de edición de Max Brod.
No fue cosa de coser y cantar. Enseguida encontraron el hueso de Salman Schocken, en cuya biblioteca personal de Jerusalén había guardado el legado de Kafka antes de ser trasladado a Zúrich, que se mostraba reacio a devolverlo. No fueron las palabras educadas de Pasley ni sus argumentos incontestables, fue la vehemencia, la porfía y las fuertes palabras de Marianne Steiner —¿incluidas amenazas de denuncia por apropiación ilícita?— las que obligaron al coleccionista a entrar en razón y ceder el legado a sus legítimas propietarias. Valga en testimonio de la firme insistencia de la sobrina esta queja de Schocken en carta a Max Brod: «Entiendo la agitación de la señorita Steiner. Pero no recuerdo que en mis cuarenta años de trabajo profesional alguien me haya hablado en un lenguaje así».
Llegados finalmente a un acuerdo, Malcolm Pasley viajó en automóvil hasta Zúrich, se encontró con Schocken y trasladó el legado familiar de Kafka —diarios, diarios de viajes, cartas y postales, aforismos, los manuscritos de El castillo, América, La metamorfosis, cuentos— hasta la biblioteca universitaria de Oxford (Bodleian Library), donde permanece en fideicomiso desde 1962 junto a otros manuscritos kafkianos allegados posteriormente.
Después del traslado del legado LKB a Suiza en 1956, buena parte siguió depositada en cuatro cajas de seguridad del banco de Zúrich (manuscritos de El proceso, de Preparativos para una boda en el campo y de Descripción de una lucha, correspondencia con Kafka, con Dora Diamant, pruebas de imprenta de «Un artista del hambre», hojas manuscritas sueltas, dibujos…). Otra parte se guardó en un banco israelí, y otra en el apartamento del número 16 de la calle Rechov Hayarden de Tel Aviv. Los papeles de Kafka, que habían viajado en una sola maleta desde Praga en marzo de 1939, quedaban ahora dispersos —a imagen de la diáspora del pueblo judío— entre Oxford, un banco de Zúrich, otro de Tel Aviv, y el apartamento de Brod, hasta éste que muere en 1968. Pero aún quedaba material kafkiano por aflorar y dispersarse.
Aunque no lo parezca, es una venganza del destino. Quién te iba a decir, Franz Kafka, el mercado millonario que surgiría con el tráfico y la compra-venta de tus papeles. Que la familia Schocken iba a obtener una extraordinaria ganancia revendiendo las cartas que le habías escrito a tu novia berlinesa, Felice Bauer. Que el manuscrito de la desordenada e inacabada historia sobre Josef K, que regalaste en 1920 a tu amigo Brod, iba a venderse por dos millones de dólares, a convertirse en una novela y luego en película. Que las apasionadas cartas que escribiste a Milena Jensenská tampoco ardieron y acabaron convertidas en libro de múltiples ediciones. Que alguien localizó los libros de tu biblioteca personal y supo mantenerlos a salvo de nazis y de comunistas, y hoy se conservan en un archivo público de Praga. Que se hayan conservado las “conversaciones” —notas escritas en papeles sueltos— de tus últimos días en el sanatorio de Kierling, cuando ya no podías hablar. O que tengas tu propio adjetivo.
Tu amigo Max no cumplió tus deseos crematorios, a cambio, se te conoce en todo el mundo, lo que no creo que te desagrade. Imagino, por ejemplo, La metamorfosis, traducida al chino, o al árabe, tus prosas en noruego o en hindi, tu América en griego moderno o en coreano y adivino tu sonrisa, esbozada apenas, entre maliciosa y divertida, tu mirada penetrante, algo burlona y un pelín perpleja ante el espectáculo de nuestro mundo, que también es el tuyo.
Sigues vivo, Franz Kafka, y lo estarás por mucho. Tus libros son lectura obligatoria en institutos y universidades, se suceden ediciones populares y ediciones críticas, recopilaciones de cuentos, aproximaciones biográficas, ensayos, pinturas y dibujos, documentales, películas. Existe incluso merchandising en tu honor: camisetas, cajitas de lata, postales, calcetines, lápices, tazas, pegatinas, carteles, bolsos… Y desde hace tan solo unos días, también un exlibris con uno de tus dibujos que me ha regalado un buen amigo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario