Max Brod |
Antes de que Franz Kafka
muriera, Max Brod ya tenía muy claro qué hacer con los escritos de su amigo: lo
mismo que había hecho con ellos desde el principio, cuando tenía que arrancárselos
prácticamente de las manos y obligarlo a que los enviara a revistas, periódicos
y editoriales. Sin Max Brod hoy no leeríamos a Kafka, sencillamente porque no
lo conoceríamos, porque habría permanecido inédito. Kafka es Kafka por Max
Brod. Tras una amistad íntima de 22 años, Kafka no dudaba de lo que haría Brod,
ni Brod de lo que pretendía Kafka. Se conocían demasiado bien: ni Kafka tenía
la firme voluntad de que todos sus escritos desaparecieran —¿por qué no los
quemó él mismo?—, ni Brod sentía que iba a traicionar a su amigo, a incumplir
la voluntad de un muerto. Prueba de ello la encontramos en la carta que Brod le
escribió a Samuel Hugo Bergmann, director de la Biblioteca Nacional de
Jerusalén, a primeros de julio de 1924: “Acabo de recibir la herencia literaria
de Kafka para su revisión. Tres novelas y muchas otras cosas aún no publicadas
esperan que alguien las prepare para imprimir. ¡Desgraciadamente, nadie puede
hacer esto excepto yo! Además, se debe examinar una gran cantidad de trabajos
desorganizados (te interesará saber que entre ellos hay muchos cuadernos para
practicar hebreo). Me parece que en términos de valor literario, el patrimonio
supera a todo lo que Kafka publicó durante su vida”.
Lo primero que hizo Brod después de tener en su casa todo el
material de su amigo, fue hablar con la familia y firmar un acuerdo por el que él
se convertía, sin cobrar honorarios por su trabajo, en editor exclusivo de
todos los escritos de Franz Kafka; el contrato fijaba también el porcentaje de
beneficios: 55 % para los padres y las hermanas, y el 45 % para Dora Diamant;
los primeros ingresos se destinarían a pagar los gastos de estancia y
tratamiento en Kierling.
Luego
se puso en contacto con varias editoriales. Consciente de la delicada situación
económica en Alemania a causa de la superinflación, Brod aventuraba la dificultad
de publicar en aquel momento las obras completas de un autor desconocido, leído
solamente en reducidos círculos literarios de Praga y Berlín. No obstante,
Willy Haas, en nombre de la pequeña editorial de vanguardia Die Schmiede, que tenía
firmado contrato para publicar los relatos de Un artista del hambre, muestra
interés por seguir publicando a Kafka, y tres días más tarde concreta su oferta
por escrito. Igualmente interesados estaban los editores Ernst Rowohlt y Kurt
Wolff, la Fischer Verlag, de Berlín, y la vienesa Zsolnay.
Esas
cinco propuestas estaban en la mesa de Max Brod para el día 12 de julio, un mes
después del entierro de Kafka. A cada oferta, Max Brod presentaba sus condiciones:
la edición constaría de varios volúmenes; los manuscritos no saldrían de su
casa y no podían ser consultados por los lectores de las editoriales, él
facilitaría copia mecanoscrita de los textos; los beneficios empezarían a
pagarse por adelantado y en plazos mensuales; el contrato se rescindiría en
caso de que la editorial dejara de ingresar una sola mensualidad.
Con
fines quizá publicitarios, y para atraer a las editoriales, Brod publicó en la
revista berlinesa Weltbühne (17 de julio, 1924) un artículo en el que reproducía
“el testamento” de Kafka que ya conocemos, e informaba del material inédito que
había hallado:
“En su apartamento encontré diez
cuadernos en formato cuarto, pero solo las cubiertas; el contenido había sido
completamente destruido. Además (según una fuente confiable) quemó varios
cuadernos con registros. Solo un paquete de hojas (aproximadamente 100
aforismos sobre temas religiosos), un borrador de contenido autobiográfico, que
permanecerá inédito por ahora y otro montón de papeles desorganizados, que estoy
revisando actualmente, se encontraron en el apartamento. Mi esperanza es que
entre los diarios descubriré historias completas o casi completas. Más allá de
eso, me dieron una novela sobre animales y otro cuaderno de bocetos… Las obras
que se salvaron a tiempo de la ira del autor son la parte más valiosa de la
propiedad y se almacenan en lugares seguros. El fogonero, una historia
que ya ha sido publicada, es el primer capítulo de una novela cuya trama está
ambientada en América, y de la que también existe el capítulo final, por lo que
aparentemente no faltan demasiadas partes significativas… Otras dos, El
castillo y El proceso, que es un libro vibrante y fascinante (que
representa la cima del arte de Kafka), las guardé hace cuatro años (y hace un
año), algo que realmente me reconforta hoy”.
La cita ha sido larga y merece precisiones. Primera, el
propio Kafka ya se deshizo en vida de material sin valor literario, y la prueba
son esos cuadernos de los que arrancó las hojas, dejándolos meramente en las tapas.
Segunda, esa “fuente fiable” que le asegura que Kafka quemó varios cuadernos,
es Dora Diamant, que le contó cómo Kafka, estando con ella en Berlín, le mandó
quemar unos cuadernos con anotaciones; 25 años después, la propia Dora Diamant recordaba
en «Mi vida con Franz Kafka» (Der Monat, I, nº 1-9, junio 1949): “Para
liberar su alma de estos fantasmas [todo lo que le había atormentado antes de
su llegada a Berlín], quiso quemar todo lo que había escrito. Yo respeté su
voluntad y, bajo su mirada, entonces él estaba en cama, enfermo, quemé algunos
de sus textos. Lo que él quería escribir verdaderamente sólo podría hacerlo una
vez conquistada su libertad”. Tercera, los aforismos aludidos son conocidos
como “los aforismos de Zürau”, escritos en ese pueblo de Bohemia a donde Kafka
se retiró unos meses de 1917 en la casa de su hermana Ottla, después de que le
diagnosticaran la tuberculosis. Cuarta, queda claro que Max Brod se arroga la
exclusividad en la edición y organización de los papeles póstumos de Kafka.
Comienza entonces la aventura de la edición y publicación de
las obras completas de Kafka. Max Brod se ha decidido por Die Schemiede, que
publica a mediados de agosto Un artista del hambre y a comienzos de 1925
El proceso. Pero las ventas no resultan las previstas: hasta el 31 de
marzo de ese año se habían vendido 551 ejemplares de Un artista del hambre.
Los primeros ingresos solo alcanzaron para los gastos médicos. Los giros dejan
de llegar y Brod rompe con Die Schmiede: “Me vi obligado a tomar esta medida
—les escribe el 27 de noviembre de 1925— para asegurar la continuación de los
pagos a los herederos de Kafka. No podía dejar a la señorita Diamant, la novia
de Kafka, caer en la miseria. El legado de mi amigo me parecía algo demasiado
valioso para ello”. Firma entonces con Kurt Wolff, que saca El castillo,
en 1926, y América al año siguiente, pero cae en quiebra y vende los
restos de su edición a Neuer Geist en 1929. Lo intenta Brod luego con Gustav
Kiepenhauer, de Berlín, donde aparece La construcción de la muralla china (1931),
pero la situación política impide la continuación del proyecto: el partido nazi
llega al poder, se derogan derechos fundamentales y comienzan las leyes
antirraciales, se prohíbe la lectura de Kafka, cuyas obras aparecen en la
«Lista I de la literatura perjudicial e indeseable» en octubre de 1933, y sus
libros son quemados en pública hoguera. Pese a todo, los hermanos Schocken se
deciden y firman contrato con Max Brod el 26 de febrero de 1934 para editar las
obras completas en 6 volúmenes. Así aparecen Ante la ley (1934), Narraciones
y fragmentos en prosa, América, El proceso y El castillo,
todas ellas en 1935. Al año siguiente, tras ser declarada empresa judía, la
editorial Schocken ha de suspender su actividad; vende entonces sus derechos a
la praguense Mercy Sohn, en realidad una tapadera de Schocken. Bajo el sello
Mercy Sohn, pero con el diseño de Schocken, aparecen dos volúmenes más: Descripción
de una lucha (1936), Diarios y cartas (1937). Finalmente, la
biografía de Kafka por Max Brod.
Llegamos
así al 28 de febrero de 1939, fecha en que Mercy Sohn transfiere de nuevo sus
derechos a los hermanos Schocken, que han logrado huir de la persecución y se
han establecido en Nueva York.
Dos semanas después, en la noche del 14 al 15 de marzo, una
pareja sube al tren en la Franz Josef Station de Praga…
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