martes, 3 de noviembre de 2020

La sopa y las nubes (XLIV)

Mi querida locuela me servía la cena y por la ventana abierta del comedor yo contemplaba las móviles arquitecturas que Dios hace con los vapores, las maravillosas construcciones de lo impalpable. Y me decía a través de mi contemplación: “Todas estas fantasmagorías son casi tan hermosas como los ojos de mi bella amada, la locuela monstruosa de los ojos verdes.”

            Y de repente recibí un violento puñetazo en la espalda, y escuché una voz ronca y encantadora, una voz histérica y como enronquecida por el aguardiente, la voz de mi queridita bien amada, que decía: ¿Te vas a comer pronto la sopa, maldito h… de p… comerciante de nubes?


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