jueves, 5 de noviembre de 2020

Solución / Disolución

        Ayer por la tarde, en los prolegómenos al volumen I de las cartas de Franz Kafka (Galaxia Gutenberg, 2018) encontré por tres veces una expresión que siempre me ha producido antipatía, si es que las palabras pueden provocarnos esa reacción, porque tiende una celada en la que muchos hablantes, y escribientes, caen: solución de continuidad / sin solución de continuidad.

            La dificultad de esta frase reside en que partimos del concepto más generalizado de «solución» como ‘resolución’ —de un problema, una duda o una dificultad—, entendiendo que -si algo se soluciona con continuidad, es decir, si tiene solución de continuidad, es que salta o evita el obstáculo y la cosa sigue adelante, continúa su curso: lo que tiene solución de continuidad es lo que avanza, lo que prosigue en su desarrollo. En consecuencia, de un hecho o un proceso sin solución de continuidad podremos entender que se interrumpe. Ahí está la añagaza, el trampantojo lingüístico que nos hace pensar que cuando algo tiene solución es que se ha logrado eliminar cualquier dificultad que lo empece. Si consultamos el diccionario académico, comprobaremos que la primera acepción del término «solución» es la ‘acción y efecto de disolver’, es decir, que en su etimológico y primer sentido, «solución» es sinónimo de «disolución», como ‘solutio’ y ‘dissolutio’ lo eran en latín, donde ambas palabras apuntaban a los conceptos de separación, desunión, destrucción, ruptura de la unidad entre las distintas partes de un todo. Acostumbrados, además, por el uso más generalizado a que el prefijo dis- indique dificultad (dislexia, dispepsia) o distinga parejas antónimas (gusto-disgusto, conforme-disconforme), se nos pasa que soluble y disoluble son sinónimos.

            Si no anda uno muy errado, el uso en español de ‘solución’ y de ‘disolución’ como palabras equivalentes proviene del mundo científico. En Dicciomed, un prestigioso diccionario médico disponible en la red, encontramos esta definición de ‘herida’: “Lesión que produce una solución o pérdida de continuidad en la piel provocada por un traumatismo”. Por la misma regla, podríamos decir que la fractura de un hueso es una solución de continuidad ósea, o que la muerte es la solución de continuidad de la vida. Queda claro, pues, que ‘solución de continuidad’ significa corte, ruptura, cese. Es evidente que los científicos, para apartarse del popularizado ‘solución’ = ‘resolución de un problema o dificultad’, acudieron a nuestra lengua madre, adoptando para la palabra ‘solución’ el concepto menos usado de ‘disolución’, dando así oportunidad a que una persona desconocedora del latín, y de la ciencia, confundiera el término ‘solución’ como significativamente opuesto a ‘disolución’.

            Visto esto —en latín, los sinónimos ‘solutio’ y ‘dissolutio’ comparten el significado de ruptura, interrupción; en nuestra lengua ocurre lo mismo con ‘solución’ y ‘disolución’— las expresiones solución de continuidad y sin solución de continuidad significan ‘interrupción’ y ‘continuación’ respectivamente. Sí, lo contrario de lo que parecen sugerir. Ante cualquiera de las dos expresiones, tendemos a dejarnos llevar por la generalización y no percibimos la íntima contradicción entre el significado aparente y el real: seguir / no seguir. En sin solución de continuidad se da el caso, además, de una doble negación, que tampoco percibimos —la indicada por la preposición y la contenida en el concepto ‘solución’ (ruptura, cese)—, y que da un sentido afirmativo, continuativo, al texto: ininterrumpidamente.

            ¿He resuelto o dado solución a las dudas que algún lector pudiera albergar respecto al uso de estas locuciones? Por si acaso, volvamos ahora a las que leí en la presentación de las cartas de Kafka para afianzarnos en su uso correcto. En la primera cita —“El texto de las cartas se da, en líneas generales, tal y como lo distribuyó Kafka: con las mismas divisiones de párrafos, y respetando la fórmula de encabezamiento, unas veces en línea aparte, otras sin solución de continuidad respecto a lo que sigue” (XXXIII, el subrayado es nuestro), no dudaremos: el autor afirma que en las cartas de Kafka el cuerpo de la misma va en ocasiones a continuación, inmediatamente después, del encabezamiento. Tampoco en la segunda —“Apenas se hace empleo de corchetes para indicar la existencia de un membrete, la intervención en la carta de una mano ajena a la de Kafka o la solución de continuidad del texto, indicada con los convencionales puntos suspensivos, debido a un pasaje ilegible (puy pocos) o a la ausencia de algún fragmento” (XXIII)—, ni en la tercera —“y sin solución de continuidad, el padre afirma…”—, en que los subrayados pueden sustituirse cabal y respectivamente por ‘interrupción’ y por ‘a continuación’.

            Nunca, que yo recuerde, he utilizado estas locuciones en mis escritos. Me resultan pedantes, innecesarias por artificiosas y confusas. Tampoco creo que comience a usarlas a partir de ahora, aunque tenga bien claro su significado, porque siguen pareciéndome modismos distanciantes, frases que denotan un erudito y prescindible afán de estilo. Pero basta ya de dichos y estilísticas, y demos aquí solución de continuidad a esta entrada.

¿O debería haber dicho que ésta es una entrada sin solución de continuidad?


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