Ayer por la tarde, en los prolegómenos al volumen I de las cartas de Franz Kafka (Galaxia Gutenberg, 2018) encontré por tres veces una expresión que siempre me ha producido antipatía, si es que las palabras pueden provocarnos esa reacción, porque tiende una celada en la que muchos hablantes, y escribientes, caen: solución de continuidad / sin solución de continuidad.
La dificultad de esta frase
reside en que partimos del concepto más generalizado de «solución» como
‘resolución’ —de un problema, una duda o una dificultad—, entendiendo que -si
algo se soluciona con continuidad, es decir, si tiene solución de
continuidad, es que salta o evita el obstáculo y la cosa sigue adelante,
continúa su curso: lo que tiene solución de continuidad es lo que avanza, lo
que prosigue en su desarrollo. En consecuencia, de un hecho o un proceso sin
solución de continuidad podremos entender que se interrumpe. Ahí está la
añagaza, el trampantojo lingüístico que nos hace pensar que cuando algo tiene
solución es que se ha logrado eliminar cualquier dificultad que lo empece. Si
consultamos el diccionario académico, comprobaremos que la primera acepción del
término «solución» es la ‘acción y efecto de disolver’, es decir, que en su
etimológico y primer sentido, «solución» es sinónimo de «disolución», como
‘solutio’ y ‘dissolutio’ lo eran en latín, donde ambas palabras apuntaban a los
conceptos de separación, desunión, destrucción, ruptura de la unidad entre las
distintas partes de un todo. Acostumbrados, además, por el uso más generalizado
a que el prefijo dis- indique dificultad (dislexia, dispepsia) o
distinga parejas antónimas (gusto-disgusto, conforme-disconforme),
se nos pasa que soluble y disoluble son sinónimos.
Si no anda uno muy
errado, el uso en español de ‘solución’ y de ‘disolución’ como palabras
equivalentes proviene del mundo científico. En Dicciomed, un prestigioso
diccionario médico disponible en la red, encontramos esta definición de
‘herida’: “Lesión que produce una solución o pérdida de continuidad en la piel
provocada por un traumatismo”. Por la misma regla, podríamos decir que la
fractura de un hueso es una solución de continuidad ósea, o que la muerte es la
solución de continuidad de la vida. Queda claro, pues, que ‘solución de
continuidad’ significa corte, ruptura, cese. Es evidente que los científicos, para
apartarse del popularizado ‘solución’ = ‘resolución de un problema o
dificultad’, acudieron a nuestra lengua madre, adoptando para la palabra
‘solución’ el concepto menos usado de ‘disolución’, dando así oportunidad a que
una persona desconocedora del latín, y de la ciencia, confundiera el término
‘solución’ como significativamente opuesto a ‘disolución’.
Visto esto —en latín, los
sinónimos ‘solutio’ y ‘dissolutio’ comparten el significado de ruptura,
interrupción; en nuestra lengua ocurre lo mismo con ‘solución’ y ‘disolución’—
las expresiones solución de continuidad y sin solución de continuidad
significan ‘interrupción’ y ‘continuación’ respectivamente. Sí, lo
contrario de lo que parecen sugerir. Ante cualquiera de las dos expresiones,
tendemos a dejarnos llevar por la generalización y no percibimos la íntima
contradicción entre el significado aparente y el real: seguir / no seguir. En sin
solución de continuidad se da el caso, además, de una doble negación, que
tampoco percibimos —la indicada por la preposición y la contenida en el
concepto ‘solución’ (ruptura, cese)—, y que da un sentido afirmativo,
continuativo, al texto: ininterrumpidamente.
¿He resuelto
o dado solución a las dudas que algún lector pudiera albergar respecto
al uso de estas locuciones? Por si acaso, volvamos ahora a las que leí en la
presentación de las cartas de Kafka para afianzarnos en su uso correcto. En la
primera cita —“El texto de las cartas se da, en líneas generales, tal y como lo
distribuyó Kafka: con las mismas divisiones de párrafos, y respetando la
fórmula de encabezamiento, unas veces en línea aparte, otras sin solución
de continuidad respecto a lo que sigue” (XXXIII, el subrayado es
nuestro), no dudaremos: el autor afirma que en las cartas de Kafka el cuerpo de
la misma va en ocasiones a continuación, inmediatamente después, del
encabezamiento. Tampoco en la segunda —“Apenas se hace empleo de corchetes para
indicar la existencia de un membrete, la intervención en la carta de una mano
ajena a la de Kafka o la solución de continuidad del texto,
indicada con los convencionales puntos suspensivos, debido a un pasaje ilegible
(puy pocos) o a la ausencia de algún fragmento” (XXIII)—, ni en la tercera —“y sin
solución de continuidad, el padre afirma…”—, en que los subrayados
pueden sustituirse cabal y respectivamente por ‘interrupción’ y por ‘a
continuación’.
Nunca, que yo recuerde,
he utilizado estas locuciones en mis escritos. Me resultan pedantes,
innecesarias por artificiosas y confusas. Tampoco creo que comience a usarlas a
partir de ahora, aunque tenga bien claro su significado, porque siguen
pareciéndome modismos distanciantes, frases que denotan un erudito y
prescindible afán de estilo. Pero basta ya de dichos y estilísticas, y demos aquí
solución de continuidad a esta entrada.
¿O debería haber dicho que ésta es una entrada sin
solución de continuidad?
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