En un artículo de Javier Pérez Royo[1] sobre la polarización política en Estados Unidos y la inconsecuente conclusión que de ello ha sacado el presidente del Partido Popular, leo estas palabras —«En el fondo hay una contraposición entre dos concepciones de la democracia. Los republicanos la aceptan “a beneficio de inventario”. La democracia está bien siempre que gobernemos nosotros»—, y me doy cuenta de que no las entiendo cabalmente, porque desconozco el significado de esa locución entrecomillada por el autor, que no es nueva para mí, que hace muchos años que no me encuentro escrita, y que nunca hasta hoy he consultado en el diccionario. El contexto ayuda —¿a regañadientes quiere decir?—, pero no remata la claridad conceptual, así que recurro primero al Diccionario de uso de doña María Moliner.
En la entrada «beneficio», la lexicógrafa aragonesa distingue entre el concepto —qué es el
beneficio de inventario— y el uso de la locución adverbial. El beneficio de
inventario es un concepto jurídico establecido en el derecho civil como la
facultad por la que un heredero no está obligado a pagar a los deudores más de
lo que importe la herencia recibida, para lo cual se hace inventario de ella,
de manera que podríamos decir, por ejemplo, La abogada invocó el beneficio
de inventario antes de liquidar las deudas con los acreedores.
Para la locución «a
beneficio de inventario» doña María distingue tres usos: I) Manera de tomar una
herencia, utilizando ese beneficio. II) En sentido figurado, y refiriéndose a
la manera de acoger una noticia, una promesa, etc., con reserva: Tomaremos
sus propósitos de enmienda a beneficio de inventario. III) Tomando la cosa
de que se trata solamente en lo que beneficia y despreocupándose de las
obligaciones que implica: Toman el cargo a beneficio de inventario.
¿De una herencia y del pago de deudas está hablando el
señor Pérez Royo en las palabras citadas? No, no apuntan éstas a un pleito
civil, sino a una cuestión ideológica y de ética política.
Desechada la primera posibilidad, ¿en qué sentido
hemos de entender la oración “Los republicanos aceptan la democracia a
beneficio de inventario”? ¿La aceptan con precaución o cautela para no
descubrir lo que realmente piensan? ¿Con discreción, circunspección o
comedimiento? ¿Con desacuerdo, con recelo y desconfianza? ¿Simplemente como
vehículo para sus propios fines, desentendiéndose de lo que implica una
democracia? ¿O acaso “sin seriedad o esfuerzo, de manera frívola o
despreocupada”, como explica la RAE que puede entenderse también la expresión
que nos ocupa? Creo que el articulista se refiere a la peculiar manera que
tienen los republicanos estadounidenses de entender —y asumir— la democracia:
es aceptable cuando los lleva al poder, pero no cuando lo hace con los
demócratas, de lo cual podría deducirse que aquellos en realidad no creen en la
democracia, es decir, en la igualdad de todas las opciones políticas amparadas
por una constitución consensuada. Un punto de vista sobre la democracia, por
cierto, que también se observa en representantes y votantes de ultraderecha en
nuestro país.
Estamos ante una frase de argot, ante un tecnicismo
del ámbito jurídico que ha pasado al lenguaje común ampliando su significado
desde un simple procedimiento legal hasta la expresión de duda, comedimiento,
desacuerdo, desconfianza o frivolidad. Supongo que este crecimiento semántico
está basado en la propia experiencia, en la aplicación de ese derecho en
determinados casos y en la actitud de los acreedores, que dudarían de poder
saldar la totalidad de las deudas de la persona finada con los bienes que ésta
dejara a sus herederos, es decir, en la desconfianza ante el cobro de una deuda
siempre que haya bienes para saldarla.
Fuera del ámbito jurídico, donde tenía un sentido unívoco,
cerrado, la locución ha seguido viva en otros usos y ha ido creciendo
significativamente, aunque me da la impresión de que resulta enigmática para buen
número de hablantes. Del natural sentimiento de duda ante lo contingente —lo
que puede suceder o no—, la expresión ha pasado a señalar también la ligereza con
que a veces se afrontan determinadas circunstancias o conceptos, y vale incluso,
como señalaba María Moliner, para designar una actitud falsa, como se deja ver
en la frase de Javier Pérez Royo que citamos al comienzo.
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