Me he levantado a las diez –el soldado necesita reposo- y he ido a Correos para enviarle una carpeta de apuntes a mi hijo. De vuelta a casa, hacer la cama y desayunar: café con leche, tostada y vitaminas y sales. Cuando ya estaba a la mesa dispuesto a trabajar me he levantado como un autómata para traer un cenicero limpio. Antes de abrir el armario de la cocina me he dado cuenta del mecanismo conductual: el viejo experimento de las ratas y las campanas. Acto condicionado. En mi caso consiste en sentarme a la mesa y empezar a fumar, como si los aciertos y las ideas llegaran en las volutas del humo. “¡No se fuma más!”, he levantado la voz y me he sentado con la mesa más limpia. Y con la cabeza. Sólo se trata de un buen apretón de machos.
jueves, 31 de julio de 2008
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