En la segunda quincena de marzo de
este nefasto bisiesto, supongo que en los últimos días del mes, volvió a
ponerse en circulación la palabra “confinamiento”, que a uno lo llevó
inmediatamente a la imagen de confinados ilustres —Napoleón en Santa Elena,
Unamuno en Fuerteventura, Solzhenitsyn en el Gulag, Goya en Burdeos, Jovellanos
en el castillo de Bellver, Julian Assange en la embajada de Ecuador en Londres—,
y de confinados anónimos: afrancesados y liberales cruzando la frontera
pirenaica, las familias judías expulsadas en 1492, el medio millón en los
campos franceses, los cientos de miles de personas hacinadas actualmente en
campos de refugiados… Y ahora todo el país confinado.
El
verbo ‘confinar’, en la primera acepción del diccionario virtual de la RAE,
significa ‘desterrar, expulsar a alguien de un territorio, señalándole una
residencia obligatoria’. Es el uso más generalizado en nuestra lengua, y no el
de ‘lindar o estar dos cosas contiguas’, que es el etimológico y que nos viene
del latín, donde el confinium,
marcaba la frontera, el límite, la raya que divide dos términos. Por ahí nos
llegó la palabra ‘confín’, que tantas generaciones de escolares conocen por el
famoso “bajel pirata que llaman, // por su bravura, el Temido, // en todo mar conocido,
// del uno al otro confín”, del romántico José de Espronceda, otro ilustre confinado
y desterrado.
Como
segunda acepción de ‘confinar’, la RAE le asigna ‘recluir algo o a alguien
dentro de límites’. Por ahí podría entenderse el ‘confinamiento’ dispuesto por el gobierno de la nación
en el BOE del miércoles 1 de abril,
que hasta en 8 ocasiones —medidas de
confinamiento (2), confinamiento
domiciliario, situación de
confinamiento (2), confinamiento
total, confinamiento de la población
(2)— utiliza esta palabra, históricamente asociada a una pena, a un castigo
legal, el destierro, por delito ideológico o religioso en la mayoría de las
ocasiones: “pena por la que se obliga al condenado a vivir temporalmente, en
libertad, en un lugar distinto al de su domicilio”.
Si seguimos la cadena léxica,
leeremos que ‘recluir’ es encerrar a
alguien, ponerlo en reclusión; y que ‘encerrar’ es meter a una persona o a un
animal en lugar del que no pueda salir; o internar a alguien en un hospital
psiquiátrico o en una prisión, acepciones estas, en modo alguno coincidentes
con el apartamiento social ordenado por el gobierno.
Nuestras autoridades y medios de
comunicación entienden por ‘confinamiento’ el hecho de que la mayoría ciudadana
del país se mantenga en sus domicilios y salga solo para lo estrictamente
necesario, con el fin de evitar, o disminuir, la expansión del virus de Wuhan.
Creo que se podía haber recurrido a alguna palabra o expresión que careciera de
esa connotación negativa, de condena por un delito, que en nuestra lengua, en
nuestra historia, arrastra la palabra ‘confinamiento’, como corrobora el hecho
de que en el diccionario virtual Word Reference se propongan como sinónimos los
términos destierro, confinación,
encierro, extrañamiento, presidio, reclusión, relegación, internamiento, y
como antónimo único, la palabra libertad.
Creo que la RAE ha tenido tiempo
suficiente para intervenir a este propósito, bien ampliando la semántica de ‘confinamiento’ con una nueva acepción que recoja esa
circunstancia de permanecer durante un tiempo en el domicilio habitual para
prevenir la difusión de una enfermedad contagiosa; bien remitiendo al uso de la
palabra cuarentena, que, además de
recoger el sentido de emergencia sanitaria, está limpia de la connotación de
castigo o condena: “aislamiento preventivo a que se somete durante un período
de tiempo, por razones sanitarias, a personas o animales”.
*
Chuck Berry, Johnny B Goode*
No hay comentarios:
Publicar un comentario