Tendría que estar entre los libros
de Paul Auster y el de Francisco Ayala, pero no aparece por ninguna parte. Otro
libro perdido, me lamento, aunque procuro consolarme pensando que a lo mejor
está en buenas manos que le quitan el polvo, lo abren de vez en cuando y leen algunas
páginas. Un libro de formato pequeño, impreso en tipos como los de las máquinas
de escribir, publicado por Ediciones Demófilo, que seguramente compré en la
librería El Juglar, de Córdoba. Me gustaba el diseño de aquel librito y el
lenguaje coloquial, con asomos surrealistas y absurdos, en que estaba escrito: Canciones y poemas, de Luis Eduardo Aute.
En vista de que el libro ha
desaparecido de mi biblioteca, busco en los estantes inferiores de la cómoda
Mondrián, donde guardo algunos de mis discos de vinilo, con el temor de que el
que busco también haya volado, pero no, ahí está, entre el Harvest, de Neil Young y las Canciones
de amor y celda, de Amancio Prada. Hace ya muchos años que no tenemos
tocadiscos en casa, pero me niego a deshacerme de los discos. Me educaron tanto
como los libros y las películas. Uno es también las músicas que ha escuchado.
A
falta de tocadiscos, he acudido a Youtube, me he sentado en el sillón de leer y
he abierto el disco para ir siguiendo la letra de las 15 canciones de Rito, el primer disco que tuve de Aute.
Algunas de esas «canciones de amor
y muerte» —tal era el subtítulo del disco, publicado en 1973, cuando yo tenía
17 años— eran pesimistas y negras, de velas apagadas y ceniceros llenos de
colillas, plenas de vacíos y de nadas que se unen, de imprecaciones a la
muerte, que uno, por edad, por inexperiencia, por pura exaltación juvenil, ni
comprendía del todo ni compartía para nada. Pero otras pueden considerarse
rasgos de identidad generacional, y emocional, como Las cuatro y diez, De alguna
manera, el Autotango del cantautor
o Cuéntame una tontería, con su falta
de lógica y su humor. Canciones de entrega total al vivir en pasión, que
hablaban de situaciones vitales y experiencias amorosas aún no vividas por mí,
virgen entonces de amor y de sexo compartido, pero que ya, y hasta el día de
hoy, sentía mías.
In memoriam.
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